miércoles, 30 de abril de 2008

El Dos de Mayo y la nación política

Tras el Motín de Aranjuez (17 de marzo de 1808) -el pueblo deteniendo a los reyes que huyen-, Madrid es ocupada por el general Murat (23 de marzo). Fernando VII y su padre son llevados a Bayona donde Napoleón les obliga a abdicar en favor de José Bonaparte.

El 2 de mayo de 1808, la multitud concentrada ante el Palacio Real teme que el infante Francisco de Paula corra la misma suerte. Al grito de ¡Que nos lo llevan!, el gentío penetra en el palacio. Un batallón de granaderos de la Guardia Imperial de Murat, acompañado de artillería, disparan contra la multitud. La lucha se extenderá por todo Madrid y durará horas. Acuchillamientos, degollamientos, detenciones. Cientos de españoles, hombres y mujeres, y soldados franceses murieron en la refriega. La Carga de los Mamelucos de Goya refleja la lucha de ese día. Estos sucesos serán el inicio de un huracán político que transformará la historia de España.


Para muchos, el dos de Mayo, hace justo 200 años, es el inicio de la nación española, la nación política liberal, definida por la constitución, que concede la soberanía al pueblo. Otros se muestran más escépticos porque creen que no existía un sujeto colectivo que pudiese encarnar tal soberanía. No habría masa intelectual suficiente, ni una burguesía poderosa, ni clase media.

El historiador Antonio Elorza defiende que fue precisamente el vacío provocado por el abandono del rey, Carlos IV, y su delfín, Fernando VII, ante el invasor, lo que hizo posible que surgiese la soberanía nacional, junto al empeño por conseguir la libertad. Recuerda Elorza que un notable de la época, Juan Pérez Villamil, ya decía: "La nación española con esta gran turbación debe entrar en un nuevo ser político" mediante una Constitución que destierre "el monstruo del despotismo", de acuerdo con el principio de que "los reyes son para el pueblo y no el pueblo para los reyes". Y el diputado asturiano Agustín Argüelles, al presentar la Constitución de 1812, declaró “españoles, ya tenéis patria”.

Más modernas parecen las palabras que Antonio de Capmany escribiera en su Centinela contra franceses (1808), haciéndose eco de que por debajo de la nación política que el liberalismo estaba alumbrando subyacían las naciones que componían la monarquía hispánica: "Cada provincia se esperezó y sacudió a su manera. ¿Qué sería ya de los españoles si no hubiera habido aragoneses, valencianos, murcianos, andaluces, asturianos, gallegos, etcétera? Cada uno de estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran Nación...".

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